Quiero.

Quiero ver el árbol
y no la impronta
de sombras que se alargan,
a mi espalda.
Quiero ver el río
y no la tinta negra
que derramaste cuando te fuiste
antes de marcharme yo.
Quiero escuchar la música
de la primera mujer que decidió
cantar en soledad,
cantar en una cueva de llamas,
de contoneos fugaces
en la noche.
Quiero alargarme y vislumbrar la vida
de planetas lejanos, de estrellas desconocidas,
de los confines del universo, de galaxias de otro mundo,
de otro tiempo, de agujeros negros
y materia oscura.
Quiero y no quiero
descubrir la incógnita de la vida,
de mi existencia y la tuya,
del eterno sueño bajo el cristal,
del árbol sin sombra
y el agua que baña
mis entrañas cuando caigo
a un abismo de levedad.
Quiero rescatarme,
bajar a ese abismo cercano
y extender la mano, brillante a la oscuridad.
Descender en fotones como rayos
celestiales de luz agónica
y pronunciar el eco que me devuelva
un recuerdo que quise perder.
Quiero abrir un hueco en el tiempo
y hacerme funambulista,
y pender de un hilo…,
que haga que viaje a ese viaje
de patín marcado sobre hielo
y beso de lluvia ahogada.
Quiero llegar a casa
y escribir este poema,
que compongo mientras conduzco,
sonriendo como un idiota
que sabe que se ha vuelto loco.