Voces en ninguna parte

Vuelan los acentos
en un torbellino calmo,
acompasado en el vacío,
rozando mis entrañas.
La cámara continúa grabando,
ascendiendo en la maraña de recuerdos
como un demonio en las retinas,
como un cuchillo que gira
y gira, y sigue girando.
He escalado hasta el horizonte
con los párpados entumecidos,
con las manos a la espalda.
Perdiendo mis palabras,
cortadas en pedazos sobre el cielo
sin significado, sin orden,
sacrificadas como estrellas sin fuego.
Dibujaste imposibles en mis sueños,
sonriendo como siempre, pálida luz en la noche.
Dibujaste con lápiz ocre;
soles lejanos
y corrientes de aire,
y nubes de polvo desapareciendo.
He barrido los acentos,
las exclamaciones,
los gritos desesperados;
de habitaciones oscuras,
de prados nocturnos,
de grillos moribundos,
de amaneceres en ninguna parte,
de puertas negras en el alma.
He barrido, recordando cada mota,
cada pedazo desconocido,
cada momento rebobinado
hasta la saciedad,
hasta vomitar sus detalles
y romperlos en mil pedazos,
una y otra, y otra vez.
Prados nocturnos en alguna parte
y yo estático,
como en un cuadro sin colores
de espaldas a la luna,
de espaldas a las susurrantes voces
que cantan entre las ramas,
que entre silencios tragan horizontes;
destellos en la playa,
clases de música
y patines resbalando,
sobre mis recuerdos.