Pesca, libreta, ajedrez.
Hace meses que quería escribir algo sobre esto, algo sobre una persona que se fue hace tiempo, una de esas personas que te toca con su mirada una vez y a partir de entonces la llevas contigo a cualquier parte, a todos los lugares a los que vayas durante tu vida, da igual lo lejos que estén.
Quería escribir sobre todos los acontecimientos, sobre todos los momentos que te perdiste, sobre todas las cosas que no pudiste ver hacer a los que te querían; malas, buenas, olvidables… Pensaba en hacerlo, sobre todo, cuando la lluvia caía sobre mis manos, como si las moléculas de agua hiciesen que el recuerdo fuese más vívido, más claro entre la niebla.
Porque hay un álbum enorme en la memoria, un álbum de recuerdos que viene y va, que se desplaza y se crea con el paso del tiempo, que se quema y se diluye cuando apagamos las luces o las encendemos de golpe. Pero que sobre todo aparenta estar vivo, respirar con cada pulsación, con cada tono disonante. Y te recuerdo, recuerdo como si fuesen fotografías que se desplazan con movimientos ondulantes en el vacío, en el espacio que contemplo cuando me dejo llevar en la noche.
Hace meses que quería escribir algo sobre ti, y ahora debo hacerlo para dos. Como esas copas que descansan sobre una solitaria mesa, que se buscan entre ellas con el mantel como camino, con el cristal como reflejo de sí mismas, en alguna parte de alguna casa vieja. Debo escribir para dos sin saber siquiera escribir sobre el vidrio de una, sobre su camino por mi memoria.
Por eso os llevo, abuelo, primo…, os llevo y llevaré a los que tenga que albergar entre neuronas despistadas y lagunas sin orilla. Os llevaré porque al final, a pesar del llanto, de las lágrimas que se pierden entre las sábanas, de los pensamientos tristes y los recuerdos que se fragmentan inevitablemente, debo estar agradecido. Agradecido por haber aprendido a lanzar un anzuelo sobre el mar, agradecido por las hamacas de cuerda, agradecido por madrugar para ir de pesca, agradecido por enseñarme a hablar sin palabras, a que a pesar de que la vida te tumbe uno se puede levantar, a rotular los recuerdos con luz clara, nítida, primaveral. Agradecido por hacerte el ofendido cuando veía una y otra vez «El Abuelo está loco» (1967), antes de que Whatsapp existiese y Netflix sonase a marca de zapatos, o porque un día te quisiste cortar las uñas como si fuesen un cartón de leche, con las tijeras de papel, que todavía tenemos guardadas en el baño. Los resultados de aquella ocurrencia me los guardo para mí.
Porque por encima de todo os quiero, os quiero juntos estéis donde estéis, esperándonos como luces que se mantienen encendidas pase lo que pase, de esas que iluminan las noches más oscuras y los sueños más terribles. Porque cada vez quedan más huecos en mi mesa, más huecos insustituibles, más agujeros negros que se llevan la alegría, como si nunca hubiese existido, que se hacen notar entre el ruido, que nos acompañan para siempre, recordando que la vida con vosotros era mejor. Pero a pesar de ello sé, que bajo el mantel de navidad seguís escuchando, seguís observando y compartiendo cada nota oscura y clara de esta historia sin final.
Y sé que él seguirá escribiendo sobre su libreta los resultados de la liga, que tú pescarás como nunca, y que yo os miraré y escribiré alguna cosa que se me ocurra, sin molestaros demasiado, sonriendo agradecido, agradecido de haberos conocido sobre este ajedrez de cristal.
Los buenos se van sin hacer ruido, y cuando lo hacen nos dejan su sombra. Una sombra que sólo trae claridad, una ventana hacia un lugar que muchas veces no sabemos que existe hasta que lo perdemos para siempre. Un lugar que a pesar de todo siempre estará ahí, pegado en el alma como un retazo, una pincelada de bondad dentro del remolino de chorradas que con el tiempo terminan por no valer nada.
Os quiero, siempre estaréis conmigo.

En dos palabras sobrino: im-presionante, me has conmovido, si señor
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Gracias tío, un abrazo enorme.
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Que bonito y que triste …,que jóvenes tuvieron que partir. Son maravillosos recuerdos, para darte mucha fuerza en los días de hiel. Tuvieron la SUERTE de conocerte un ANGEL HERMOSO.
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Muchísimas gracias por tu visita y tu comentario. Por lo menos es bonito que haya tanta gente compartiendo recuerdos por ellos. Un abrazo enorme.
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Siempre estarán con nosotros. Han sido y serán especiales en nuestras vidas
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