Hacia las cuatro esquinas del alma

Me lo he dicho a mí mismo,
a los monstruos que se arremolinan,
que arañan mis paredes.
Se lo he dicho a todos ellos,
sin miedo, sin rabia.
La carretera se enreda,
en las curvas, en los arcos.
Se enreda en las nubes
y en sus cimientos.
Bajo las ruedas
de nuestras bicicletas,
del eco de nuestras voces.
Hoy no es día de lágrimas,
porque el sol baña, y se baña,
sobre la piel de tus abrazos.
Lo he escrito para ellos,
los monstruos del abismo.
He compuesto la mentirosa canción
que nunca han querido,
por eso tiemblan,
por eso me esquivan.
La carretera se me enreda
en el corazón.
Junto al cielo, con sus estrellas,
con sus epitafios infinitos,
que no lloran, sólo recuerdan
que una vez lloraron.
Río, río y los brazos se extienden,
como alas blancas, relucientes.
Río y canto, la canción sin mentiras,
el poema sin llantos.
Me lo he dicho a mí mismo,
a los monstruos que se arremolinaban,
que arañaban mis paredes.
Se lo he gritado a todos ellos,
sin miedo, sin rabia.
Se lo he gritado mientras marchaban
hacia las sombras,
hacia las cuatro esquinas del alma.