Good bye, Lenin!
No,
no recuerdo todas las palabras,
todas las frases que deambularon
entre oídos y bocas.
Te clavaste en mucha gente,
en caras de ojos diferentes.
Y en sus pupilas guardan tu reflejo,
amándolo mientras se mecen,
hacia el horizonte, hacia el final.
Creo y en el fondo sé,
que el camino es lo que importa
y aunque los pasos desaparezcan bajo las olas,
se mantienen, sobreviven en la memoria.
Intenté dejar algo atrás,
lanzando mis abrazos al viento,
olvidando o difuminando el miedo.
Y me corté entre las rosas rojas,
y pude ver esa sonrisa eterna
invitando a sentir una canción épica.
Una canción de otro tiempo,
de sueños adolescentes,
de silencios y acampadas en la noche.
“Elephant Gun” para volver a soñar,
“Elephant Gun” y nada más.
Hay gente eterna, como tú,
cuyos ojos y sonrisa el fuego no quema,
la lluvia no desgasta.
Gente cuyas alas se incrustan en el tiempo,
sin perderse, sin marcharse,
respirando vida para siempre.
“Elephant Gun” para volver a soñar,
“Elephant Gun” y nada más…
“Hay finales y hay principios. Pero en los inicios que se graban en el pecho sobreviven las mejores personas.”
Te conocí gracias al teatro, ese mismo que tanto me aterraba. Y gracias a ti disfruté del público, de hacer reír, de los escenarios cutres del colegio, de las tardes soleadas en el gimnasio, asistiendo a tus clases magistrales.
También me enseñaste “Good Bye, Lenin!”, aunque eso lo lograses sin querer. Simplemente nos pusiste su banda sonora y eso fue suficiente…, el “Good Bye” siempre podremos romperlo, contigo todo fue, es y será posible.
Al eterno Mateo González Miño, que tu fiesta nunca termine. Volveremos a vernos tras el telón.