Donde las raíces habitan
Saltaste primero al vacío
como en aquellas noches,
en aquellos días de frío,
siempre soñando más fuerte
y más veces que yo.
«¡Es tu vida!», escupiste.
Pero era demasiado joven y viejo,
demasiado sabio o estúpido,
para coger la vida
desde la raíz al cielo.
Y pasó el tiempo
y pasaste tú, sin rodeos.
Y se fueron las nubes
junto al sol…,
profundamente ignorante.
Escribo, pero no como antes.
Vivo, sin expandir los pulmones,
sin sentir el tacto amargo y dulce
de los que corren sobre la arena,
de los amantes gilipollas
y los pájaros perdidos
entre corrientes de aire.
Y pasó el tiempo
y pasaron los veranos,
los domingos fugaces,
los recuerdos eternos,
las lunas sin horizonte,
los gritos desbocados,
los llantos sin porqué…
Pero sobre todo pasaste tú
y los sueños se ahogaron,
muy dentro, muy profundo,
donde las raíces habitan,
donde nosotros saltamos…
Y es ahora cuando entiendo que los destellos de las grandes y pequeñas cosas mueren en el mismo sitio. Que vivimos cazando recuerdos y el tiempo se responsabiliza de hacerlos volar, de sacarlos de nuestro lado. Hasta que únicamente podemos verlos en la lejanía, como llameantes estrellas en la frontera del tálamo.