El incendio en las esquinas

Un eco de voces,
una carta a medio escribir
y una mano que se desliza,
que hace trizas mi memoria.
Noto ahora
que mis noches se acortan,
que mis notas no muerden,
que los poemas se vacían.
Se vacían de tus risas, de tus miradas,
de tus luchas internas,
de la luna en las paredes.
Sé que has llorado,
con barro en los zapatos.
Sé que me pierdo
en los años que se amontonan,
en los segundos, como motas de polvo
cayendo sobre la piel.
El fuego se ha extendido,
desde los recuerdos cercanos,
avanzando inexorable;
hacia el coche bajo la lluvia,
hacia las miradas esquivas,
hacia la playa vacía,
hacia las bicicletas devoradas en la noche.
Noto ahora que soy una copia,
un amago de lo que pude ser,
un algo que no busca nada.
Noto ahora que las huellas se difuminan,
que los trazos sobre el papel tiemblan,
se borran y vuelan, hacia ninguna parte.
Sé que he llorado,
pero no recuerdo porqué.
Sé que puedo encontrarme, y encontrarte,
aunque hayan robado las señales
del camino sin marcar.
Sé que todavía estoy a tiempo
de apagar las llamas del tálamo,
las llamas del recuerdo,
que me atraen, que me acechan,
que han quemado las puntas de mis vocales.
Un eco lejano,
una mujer a lo lejos,
una llanura sin fin.
Y el incendio en las esquinas,
y el hielo en el corazón.