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La Corteza de un Árbol Viejo

Imagen obtenida de theendofthedark.blogspot.com
Sonreímos porque la noche ha llegado,
la explosión del firmamento,
el apogeo de lo oscuro,
del torrente sanguíneo de estrellas.
Allá a donde mires,
no encontrarás nuestras huellas.

Sé que no existe
la felicidad, lo idílico,
pero dejo que mis huesos aspiren
la luna llena, la hierba suave,
tus ojos llameantes.

El sol se despega de la noche,
fuego fatuo de lo eterno,
compartiendo con el océano un efímero beso,
que se separa, cansado,
buscando los abrazos de otros tiempos.

Estamos allí pero no estamos,
porque el juego de sombras no termina,
engañando nuestras vidas, mi vida.
Pues mis ojos jamás dejarán
de vivir en una imagen ya extinta.

El viento rasga la cúpula del cielo,
con finos hilos blancos
que rodean nuestros cuerpos, mi cuerpo.
Pues tu te marchaste, hace tiempo,
pero tu color no se desprende
de las rocas, los campos y el cielo.
«Me miras con el océano a la espalda y yo rozo la corteza de un árbol viejo, que se desprende, como tu presencia, hacia el recuerdo.»

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