Ensoñaciones
La casa estaba a oscuras, las ventanas cubiertas de escarcha y el suelo lleno de flores negras, cortadas en distintos tamaños.
Bajaba las escaleras hacia la planta baja, una voz lo llamaba desde el interior de la tierra, una voz que susurraba su nombre. No podía dejar de caminar, ni correr en dirección contraria, el miedo lo atenazaba pero sus músculos no respondían a lo que su mente imploraba.
Las flores se movían, siseando como serpientes atrapadas en un cubículo de cristal, intentando escapar de aquella cárcel sombría.
Un espejo flotaba en la pared, las palabras parecían proceder de su interior y sus pies se acercaron poco a poco para que sus ojos pudiesen ver lo que había en el interior de aquel marco de plata.
Al mirarlo pudo observar a alguien que se encontraba de espaldas, alguien que parecía ser él mismo. Pero lo que lo rodeaba era distinto, era como si todo fuese lo contrario, como si todo fuese el polo opuesto a la atmósfera que gobernaba aquella casa infernal.
De repente pudo escuchar por última vez su nombre, de forma clara, en voz alta, casi un grito lastimero procedente del reflejo. La silueta se dio la vuelta, una sonrisa fría cruzaba una cara sin vida, cuyos ojos lo miraban, transparentes. Enseñó los dientes, afilados como cuchillas, unos dientes que saltaron sobre él, cortándole la respiración mientras la oscuridad lo atrapaba para siempre.