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Ese bucle llamado Vida




Una vez más toco la superficie del agua con las manos temblorosas, una vez más vuelvo a encontrarme de frente conmigo mismo… Todavía no me conozco.






La verja de la casa de la playa se abre a primeras horas de la mañana. Vuelve a salir como cada día para contemplar los primeros rayos de sol apareciendo en el horizonte, emergiendo sobre el inmenso mar que a sus pies se queda, observando, inmóvil, casi petrificado por su silueta.

Sentado sobre la arena contempla un escenario mil veces visto, conocido, pero que siempre le otorga la calma que tanto necesita para afrontar el día a día.

De repente su mirada se posa sobre una caja de cristal que se balancea sobre las olas, como un equilibrista sobre una fina cuerda. Se acerca a la orilla y la coge, en su interior parece esperarle un sobre amarillento, descolorido, como si hubiera estado esperando una eternidad hasta ser encontrado.

Abre el sobre y una carta cae sobre su regazo, con sumo cuidado despliega el papel que tanto tiempo ha estado esperando para ser abierto, para ser leído.

“Espérame, recuérdame, al menos por unos segundos, al menos por un tiempo. Escucha mi voz entre las olas, escucha el latido de mi corazón con el viento, soy parte de ti y aunque no me conozcas pronto lo harás. Sé que es difícil pero con el tiempo todo cambiará”

Volvió a meter la carta en el sobre, y el sobre en la caja, extrañado y confuso por aquel mensaje, sin saber quien lo había escrito. Aquello cambió su forma de ver el mundo, pese a no haber comprendido a que se refería la persona que estaba detrás de aquellas palabras.

Aquel mismo año abandonó su adolescencia, abandonó aquel lugar que guardaría para siempre el sonido de las olas susurrando palabras incomprensibles…

Con el paso del tiempo volvió, la casa parecía una sombra del pasado, un ángel de piedra que había perdido su mirada luminosa y clara.

En unos meses hizo que su hogar fuera otro, cambió muebles, ventanas, colores… Y la oscuridad poco a poco se convirtió en luz.

Mientras contemplaba la superficie del océano recordó algo, caminó hasta su habitación y pudo comprobar que la caja de cristal seguía allí, en perfecto estado… Habría podido jurar que incluso estaba más nueva que la última vez que la vio.

En ese momento alguien llamó a la puerta y se apresuró a abrir. Una mujer apareció ante él y aquella visión hizo que olvidara todo su pasado, todas las cosas que lo rodeaban.

Ella sonreía con cada palabra que su boca pronunciaba, estaba pasando las vacaciones en una pequeña casa de un pueblo cercano y había salido a conocer el lugar. Al atardecer no supo como volver y por ello llamó a la puerta de aquel desconocido.

Él la acompañó a su casa aquella noche, después de hablar sin parar durante varias horas, después de que su voz se quedara para siempre en su memoria.

Los días pasaron con aquel ir y venir de gente desconocida a la playa, es increíble como el verano hace que todo renazca y el invierno congela las cosas cada año para que todo vuelva a comenzar de nuevo, un bucle incesante de momentos que preceden a otros, sin parar, a veces con calma y otras de forma fugaz. Él no prestó atención a nada de esto pues sus días fueron dedicados a ella, y aunque parezca increíble ambos admiraron cientos de atardeceres, cientos de soles desvaneciéndose en el horizonte, cien noches abrazados al calor del fuego de una hoguera que luchaba contra el frío que traía la oscuridad.



Recuerdo una frase que me dijo él mismo cuando me relató esta historia, recuerdo casi con total claridad sus palabras… “La mayoría de las cosas que tenemos, la mayoría de los momentos que vivimos solo ocurren una vez, por eso tienes que aprovecharlos, sentirlos y tocarlos como si un hasta luego significase un adiós”.




Una mañana se despertó solo, ella no estaba, la casa estaba en silencio. Se levantó y la buscó durante todo el día, fue a su casa corriendo, sin pensar en el frío, sin pensar en nada más que no fuese encontrarla.

No estaba, no había rastro de ella y entonces se dio cuenta de que todo había terminado.

Volvió a la casa de la playa y mientras miraba el exterior con los ojos vacíos recordó algo. Arrastró los pies hasta la habitación de su infancia y buscó la caja de cristal que tantas veces había mirado, no la encontró, ni el sobre, ni la carta… nada.

Volvió a la ventana y en la orilla pudo ver una silueta que dejaba sobre la superficie del agua una caja de cristal… 




Os preguntaréis que ocurrió, intentaréis saber los que hayáis llegado hasta el final, si la historia acaba de una forma u otra. Ni yo mismo lo sé porque la persona que me lo contó no quiso especificar su final, ni siquiera conozco su rostro. Solo puedo deciros que cada uno puede encontrar dentro de sí mismo, el final perfecto para este relato.






“Ambos miraron el horizonte y posaron la caja sobre el agua mientras admiraban un futuro cercano, cuyo final todavía estaba lejos”



2 comentarios sobre “Ese bucle llamado Vida Deja un comentario

  1. Precioso relato, me llegó al alma, en unas partes más que otras.

    Me llamó la atención esta frase: «es increíble como el verano hace que todo renazca y el invierno congela las cosas cada año para que todo vuelva a comenzar de nuevo», me pareció muy acertada, desde luego.

    Y para mí, el final, aunque no está escrito, fue, que aquellas palabras, que encontró en aquella caja, eran de ella, de esa chica, y ¿por qué lo encontró él? El destino así lo quiso, estaban hechos el uno para el otro. O al menos, eso interpreto yo.

    Me ha gustado mucho, sigue así.

    Un saludo! :3

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  2. Muchas gracias por tu valoración.
    La verdad es que nunca sabes como puede ser interpretada una historia que has creado, y al ver que otra gente lee e imagina algo muy diferente a lo que uno tenía en mente cuando lo escribía, es algo increíble.
    Creo que el final que has imaginado es mejor que cualquier final que pudiera estar escrito.

    Gracias por los ánimos y un saludo!!

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